En entrevista con Viva, el cantante da un vistazo a su vida: del niño que creció en los escenarios al hombre que enloquece a miles
Ana María Parra A. aparra@nacion.com 08:19 a.m. 23/03/2011
Para dar de beber, a Chayanne no le pesa la mano. A menos de un año de su concierto en suelo tico –11 meses y 12 días, para ser exactos– el puertorriqueño está de vuelta, con toda certeza, para apagar la sed de ese público suyo que le profesa afecto hasta llenar un estadio.
Será el Estadio Ricardo Saprissa, el mismo espacio donde logró coros gigantes el 19 de junio del 2010, el que recibirá, ahora el 7 de mayo, otra presentación del No hay imposibles tour 2011.
Esta nueva etapa de la gira, que comenzó en marzo del año pasado, tiene a Chayanne ocupado hasta los huesos. Parte de esa apretada agenda es hablar con los medios, y ayer conversó con Viva mientras, como bien él describe en su trajín, “ando corriendo”.
Bueno, correr es lo que ha hecho toda tu vida... desde niño.
(Se ríe a carcajadas) ¡Hasta en patines!
Es que es imposible pasar por alto que se creció escuchando la música de Los Chicos.
¡Qué bonito! Hay cantidad de material de esa época que a veces veo. En Costa Rica, Guatemala, Panamá fue donde fueron parte de mis comienzos.
Algo se le debe a Centroamérica en esta carrera suya.
Claro, y fue increíble. Centroamérica me dio un apoyo grandísimo en mi comienzo como solista con Y qué culpa tengo yo. Y ha ido pasando el tiempo; aunque ha sido poquito tiempo, todavía sigo siendo un niño (se ríe).
Pienso que ese cultivo de la época de Los Chicos fue fundamental para el fenómeno de movimiento de masas del Chayanne de hoy. En sus conciertos están todas esas mujeres que crecieron con usted.
Estoy de gira desde marzo del 2010, y cuando vas de gira a un teatro, a una arena, a un estadio, ves las caras de tres generaciones con alegría y con sonrisas en ellas; con complicidad; con memoria.
He visto incluso adultos mayores en sus conciertos: abuelitas entre el público aclamándole.
Sí, me han dicho: ‘mira, mi abuelita no va a ningún sitio, pero la tuve que traer aquí’. ¡Qué bello!
Evidentemente, hay un público mayoritariamente femenino en sus conciertos. Uno podría decir que es una cuestión de testosterona...
(Se ríe) ¿Sabes? A mí me gustaría estar alguna vez entre el público; lo que pasa es que no puedo clonarme; no puedo estar en el escenario y entre el público. Siento que el público sabe que yo estoy enfocado en hacer bien mi show y que a la vez lo estoy disfrutando, pero no puedo oír los comentarios...
¡Ah!, ¿No ha oído frases de devoción y amor extremo como: “¡embarázame!” o “¡cásate conmigo!”?
(Ríe) Me lo dicen los técnicos y mi gente del equipo de trabajo. Me dicen: 'mejor aléjate que esa te parte en dos'. Me parece muy bonito.
¿Con ese amor incondicional que le profesa la gente siente que usted realmente tiene ángel?
Lo que yo tengo es amor y creo que eso es lo que la gente ve, amor. Estoy tan agradecido de que estén ahí; estoy tan agradecido de ese cariño que me dan, que es una complicidad, un intercambio de energía, algo mágico. No se puede explicar.
“Cuando salgo al escenario estoy nervioso, es como que ir a ver una novia que no veo hace mucho tiempo. Estoy nervioso y a la vez feliz, y esa energía, a la larga, es también una protección.
“Creo que parte de todo ese amor es también el hecho de que en todos los años de la carrera uno ha respetado a los demás, ha respetado los códigos y eso te da credibilidad”.
¿Es una persona religiosa? Me da la impresión de que sí lo es.
Sí, soy una persona religiosa pero dentro de lo normal. Crecí dentro de la fe católica y respeto todas las iglesias porque a la larga le rezamos todos al mismo Dios. Vengo de los principios de respeto a los mayores, del ‘diga usted’, ‘permiso’, abra la puerta y ofrezca la silla...
Del “niño, no interrumpa a sus mayores”.
Exacto, del diga ‘permiso’ si va a hablar. Esa estructura que fue con la que me fui (de gira con Los Chicos cuando era un niño) me protegió cuando estaba solo.
“Me decía: ‘¿cómo hago?’ y puse en práctica lo que me dijeron mi abuelo, mi padre, mi madre. Y cuando lo puse en práctica eso me defendió y me protegió, y decidí que iba a seguir haciendo eso. Es un código que es la única defensa que tiene un niño cuando se va.
Sí, era chiquito cuando se fue.
Muy chiquito. Tenía diez años y luego crecí en el mundo.
En los escenarios, los hoteles y las carreteras. ¿Cómo pudo ser buena persona viviendo así?
No lo puedo explicar, simplemente me aferré a las tradiciones de mi país; como dicen: ‘el que está al lado de la playa no va a la playa’. Quieres ir a Puerto Rico para las Navidades; quieres ir el Día de las Madres; quieres ir el Día del Padre.
“Para el Día de Acción de Gracias me enseñaron a estar en esa mesa; ese día y en Navidad no hay show. Hay que ir a casa, porque también vive en mí el ser humano... no soy solo el que canta”.
Está haciendo referencia a un sacrificio. Tuvo la oportunidad de decidir no ser un artista, entonces: ¿valió la pena el sacrificio?
Sin duda, claro que valió la pena. La música me la puso la vida en el camino, y es cierto lo que dices, yo pude haber tomado otro camino pero decidí quedarme y lo he disfrutado plenamente. Vivo las líneas paralelas de la música, de la actuación, de ser empresario, de tener familia pensando que lo más importante es mantener el balance.
Su reciente actuación en el Festival Viña del Mar en Chile fue casi heroica: estaba muy enfermo y aún así fue tal su desempeño que se llevó todos los premios...
El show debe continuar. Y cuando estoy así no me siento bien conmigo mismo, no por estar enfermo, sino porque voy a dar el 99% y no el 100%, pero con el cariño de la gente uno se siente siempre mejor.
http://www.nacion.com/2011-03-23/Entretenimiento/NotasDestacadas/Entretenimiento2722899.aspx
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